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Definiendo a los niños y niñas de la calle (I) (II) (III)


2005-09-12 074



Dar a conocer un proyecto como el de ACH conlleva intentar comprender la problemática en si misma, admitir la diversidad de puntos de vista y relativizar el propio. No pretendo entrar como un elefante en una cacharrería y para intentar evitarlo abro, por tanto, una línea de conocimientos para quien quiera profundizar más, basada en libros, informes, artículos o monografías.


   




  Para empezar propongo tres interrogantes:

     ¤  ¿Qué entendemos por niños/niñas?
     ¤ ¿Quiénes son los niños/niñas de la calle
     ¤ ¿Qué supone la calle?


1.-¿Qué entendemos por niños/niñas?
Cuando una se acerca a algo sobre lo que las nociones previas que tiene son fruto únicamente de su experiencia y de lo que conoce, va comprobando que el camino se bifurca, se tuerce y se endereza infinidad de veces.

Acercarse al mundo de la infancia es empezar a entender que no hay un único concepto de la misma. Habrá tantas infancias como modos de comprender el mundo y vivirlo existan. Es decir, “las experiencias de la infancia varían profundamente a lo largo del tiempo y del espacio” (Ortiz, 2007) [1]. Se requiere, por tanto, contextualizar su estudio ya que los resultados de la misma deben entenderse dentro de cada espacio geográfico y cultural y añadir que “la infancia y la juventud no son categorías fijas y estáticas, sino más bien procesos flexibles y ambiguos” (Valentine, 2003).

Sin duda, no existe una única infancia, el concepto de la misma que tenemos en el Norte difiere sensiblemente del que se tiene en el Sur. Basta contemplar la multitud de tareas que adquiere un niño/a del Sur desde temprana edad. Como ejemplo, en Etiopía, tal y como señala ACH, algunos niños se encargan de los enfermos de SIDA de su familia y además suelen tener que traer a casa el sustento diario.

Si nos atenemos a lo que se recoge en los Tratados internacionales, podemos obtener algunas lecturas. La “Convención sobre los derechos del Niño” da su definición en su Artículo

1: Para los efectos de la presente Convención, se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad. Parecida definición nos da la “Carta africana sobre los derechos y el bienestar del niño” en su Art. 2. Otros sistemas como el Sistema Interamericano no cuenta con ningún instrumento especifico que proteja los derechos de los niños, niñas y adolescentes, aunque tiene otras vías para la denuncia [2].

En África, muy pocos niños y jóvenes disfrutan del lujo de ser atendidos por sus padres o por el Estado hasta que alcancen la edad de dieciocho años (Honwana & De Boeck, 2005). Nos encontramos, por tanto, ante una definición de infancia que se conceptúa por la necesidad de protección del adulto. Aquí, los niños y los jóvenes se presentan como dependientes, inmaduros, e incapaces de asumir la responsabilidad, debidamente limitada a la protección del hogar y la escuela (Thomas, 2000). Es, de nuevo, el concepto de niño/a que tenemos desde Europa y Ámerica del Norte el que se universaliza. Es necesario superar una noción preconcebida y etnocéntrica de la niñez, que ve a los niños como seres social y culturalmente incompletos y plenamente dependientes de los adultos (Magazine, 2007) [3].

Podemos intentar “mirar de otra manera”. Una de las vías que se ha abierto en este sentido es la geografía de la infancia. A continuación pongo algunas de sus líneas básicas (Matthews, 1995; 2003):

Parten de la idea que niños y niñas son actores sociales cuyas acciones son importantes para la construcción del mundo en el que viven.

Tienen en cuenta cómo la edad y el género se entrecruzan con otras categorías de diferenciación para reflejar experiencias concretas y muestran cómo el lugar importa en relación a los comportamientos y oportunidades.



Definiendo a los niños y niñas de la calle (II)

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Si resulta complejo dar una definición de infancia, lo es de igual modo precisar quiénes son los niños/as de la calle. Es en esta indeterminación en la que se basan algunos autores para decir que no es posible concretar el número de niños/as de la calle a ningún nivel, porque si no se tiene claro quiénes son, ¿cómo se puede saber cuántos hay?. Las cifras, sin duda, son llamativas pero no ayudan a aclarar la complejidad de algunas problemáticas.







2.-¿Quiénes son los niños/niñas de la calle?

Casi todos los autores que estudian el fenómeno hablan de dos categorías principales (fueron las que en su día propuso UNICEF), niños/as en la calle y de la calle:

-Niños/niñas en la calle: son aquellos que pasan la mayor parte del tiempo en la calle, pero mantienen relaciones cercanas con sus familias.

-Niños/niñas de la calle: pasan el día y la noche en la calle y están funcionalmente sin soporte familiar, bien porque tienen los vínculos familiares rotos bien debido a la inestabilidad de sus familias de pertenencia. En algunos casos han sido abandonados por éstas y en otros casos ellos mismos decidieron irse. Comen, duermen, trabajan, hacen amistades, juegan en la calle y no tienen otra alternativa que luchar solos por sus vidas.

Sin embargo, la anterior clasificación es demasiado rígida. Heinonen [1] mantiene que debido a que no forman un grupo homogéneo pueden estar durante un tiempo en una categoría y durante otro tiempo en otra, o incluso en dos a la vez. Thomas de Benítez [2] también resalta la dificultad de la definición. Según esta autora, los niños tienen múltiples identidades y relaciones fuera de la calle y la experiencia de las complejas circunstancias desafía una fácil definición.

Ell fenómeno se da tanto en zonas urbanas como rurales y a la hora de abordar la problemática hay que tener en cuenta que la mayoría de “ellos” son niños porque la calle es el lugar donde más fácil se pueden ganar la vida, frente a las niñas a las que se las retiene en la casa (y en ocasiones en prostíbulos, UNICEF), el ratio en Etiopía es aproximadamente de 4 niños en la calle por cada niña [3.1].

Aptekar y Heinonen (2003) proponen tres categorías: los niños llamados street working children, quienes viven en casa, van al colegio la mitad del día y trabajan/comercian en las calles; working children, viven en casa y tienen 8 o más años de edad y no duermen en las calles, pero tampoco van al colegio y trabajan todo el día en las calles; y finalmente, los street children quienes no van al colegio y duermen en las calles todo el tiempo [3.2] .


Rompiendo estereotipos

Se puede observar que los niños de la calle son estigmatizados por la sociedad, vapuleados por la policía que los trata como delincuentes y por los medios de comunicación que no ayudan a dar una imagen positiva, resaltando siempre los típicos roles de vagabundos y delincuentes y finalmente son tratados como víctimas por algunas ONG. Se les ve, a menudo, como una amenaza para la sociedad de bienestar.

Heinonen [4] afirma que tanto las ONG como los medios locales ofrecen siempre un retrato de ellos como víctimas inocentes de una sociedad enferma, prevaleciendo los estereotipos que raramente tienen connotaciones positivas. El público en general no acepta ver a los niños en las calles sin el cuidado parental y la supervisión adulta. Sin embargo, el que estén en las calles puede llegar a ser fruto de una decisión derivada, por ejemplo y haciendo una paradoja, de estar en peor situación en un centro, orfanato u en la propia familia, que en la calle.

Otra de las realidades que se ocultan detrás del fenómeno es que a veces los niños no se encuentran en la calle debido a un abandono familiar. Por ejemplo, [5] en el caso de Colombia, Aptekar (1988) ha destacado que cuando los niños/adolescentes están en las calles de hecho están viviendo una etapa en el ciclo doméstico de la familia afrocolombiana, que sirve para el aprendizaje de las habilidades de supervivencia independiente que continuarán utilizando durante su vida adulta. Por su parte, Hecht (1998) ha sostenido que los residentes urbanos pobres de Brasil, tanto adultos como niños, conciben a la niñez como un tiempo para ayudar a sus madres y hermanos menores contribuyendo a la economía familiar. Argumenta, además, que los intentos de las organizaciones de asistencia por sacar a los niños de las calles, en lugar de protegerlos, en realidad estorban sus esfuerzos por contribuir a la economía familiar y ponen en peligro las relaciones con sus parientes.


Bajo varios nombres

Una de las cosas que llama la atención en Addis Abeba es ver a los niños/as de la calle increpados por los dueños de los restaurantes y tiendas para que no se coloquen delante de sus negocios. En Etiopía son los Godana Tedadari, nombre en amárico que evita la palabra “niño” y que significa aproximadamente “los que viven en la calle”. El amárico término Berende Adari significa, más o menos, los que duermen en verandas, y es una etiqueta peyorativa utilizada exclusivamente para los niños que se encuentran en la calle e infringen las normas locales sobre el comportamiento adecuado del niño [6]. Los niños veranda son los que son ofensivos para el público.


Definiendo a los niños y niñas de la calle (III)

Casi todos sentimos, en algún momento o siempre, la necesidad de pertenecer a algún lugar. La calle es por un lado, el espacio que muchos de estos niños sienten como propio, es su lugar en el mundo, la que les socializa, pero también el lugar que les ayuda a sobrevivir. Y es por otro lado, el lugar donde sufren agresiones, donde se ven expuestos y donde se ven obligados a permanecer.


3.- La calle

Los espacios que ocupan y/o que les delimita y define

Algunos autores aluden a que el comportamiento de los niños/as variará según el espacio en el que se encuentren. No siempre están en la calle (recordemos que hay diversidad de situaciones entre ellos), aunque sí que es el lugar más frecuentado y el que más les marca. Muchos viven en sus casas donde también tienen otro tipo de relaciones diferentes a las que pueden desarrollar en las calles. Algunos van al colegio, pueden ir al mercado, acuden a los sitios donde hay afluencia de personas para intentar vender su mercancía. Cada uno de estos espacios es diferente y en cada uno de ellos los niños/as mostrarán una faceta determinada o varias de su forma de ser, de relacionarse y de comunicarse y de interactuar.

Tal y como se recoge en el trabajo de Ana Ortiz Guitart, Van Blerk (2005), habla sobre la necesidad de subrayar el espacio, según el cual los niños de la calle desarrollan su identidad basadas en normas y valores apropiados a la diversidad de espacios donde se mueven (espacios públicos y privados, espacios interiores y exteriores) . Beazley (2003), concretando en los niños/as de la calle, considera que sus zonas de vida cotidiana (estaciones de autobús, lavabos, intersecciones de tráfico, parques, mercados o espacios bajo los puentes) se convierten en territorios de negociación y contestación y, a la vez, en lugares donde se construyen sus identidades y se forman comunidades alternativas [1].

Lena Schmidt [2], añade que la calle puede ser un lugar de exclusión y marginalización pero también un lugar para la socialización y la integración. Para algunos niños, la calle es un lugar de identidad, solidaridad y pertenencia. Predomina la percepción que lleva a que se les criminalice y exluya. La estigmatización y la violencia contra los niños de la calle lleva a identificarles con el rol de delicuentes. Una vez en las calles, carecen de lo básico para su crecimiento y desarrollo: comida, seguridad, amor parental, ropas, salud, cuidado y educación. Son la consecuencia de la pobreza urbana y rural y de la urbanización.


Los no – lugares

Tatek Abebe [3] señala como sus investigaciones le han llevado a concluir que el “lugar de los niños es a menudo un metáfora de la infancia “. Tal y como señalan también otros autores, la “infancia adecuada” responde a la domesticidad. En este punto de vista, el lugar de los niños es dentro de la casa, dentro las familias, dentro de la escuela, donde están protegidos por adultos responsables, se hace hincapié en que una infancia segura es una que tiene lugar en el hogar y en otros mundos adultos construidos – no en las calles, un burdel o una institución.

Julieta Pojomovsky, añade que “en el espacio urbano no son seres anónimos ni desconocidos, sino que su visibilidad, exposición y movilidad transforman un lugar de paso, un ‘no lugar’, en un territorio ‘habitable’ que les permite construir parte de su historia, relaciones e identidad” [4].


La exposición que sufren en las calles

Un refugio es una de las muchas cosas que los niños de la calle de Etiopía anhelan. Sin embargo, un estudio realizado por el grupo de ayuda internacional Save the Children tal y como recoge VOA news [5] indica que las organizaciones no gubernamentales locales y organizaciones comunitarias no suelen ofrecer lo que los niños de la calle quieren. Save the Children ha entrevistados a niños que viven en las calles de cinco ciudades importantes, tres ciudades regionales y ocho aldeas rurales de Etiopía. Los niños discutieron una amplia gama de temas, incluyendo sus necesidades, la salud y los riesgos. Hay alrededor de 30.000 niños de la calle en Etiopía, 17.000 solo en la capital, Addis Abeba. Más de la mitad de estos niños no tienen acceso a la vivienda o la alimentación adecuada. En su mayoría sobreviven con lo que reciben lustrando zapatos, vendiendo pequeños artículos a los transeúntes y con la mendicidad. Hay riesgos para la salud. Los datos de investigación indican que un 30% están gravemente enfermos, pero la mayoría no tienen acceso a ningún tipo de tratamiento. Y el 40% dan indicaciones de que han sido forzadas a tener relaciones sexuales. Un refugio es visto por los niños como la forma de reducir este tipo de riesgos.

David Ollie Leni [6], en relación a los shégué (RD Congo), comenta cómo en la calle tampoco pueden escapar de la ley del más fuerte. Diferentes grupos de jóvenes con machetes participan regularmente en enfrentamientos. ”Se trata de guerras territoriales,- dice David-cada uno protege su área. Los niños de la calle duermen poco durante el día pero nada de noche, ya que son ellos los que controlar los estacionamientos, los centros nocturnos, para ganar un poco de dinero”.

En la calle sufren la persecución de la policía, que en ocasiones conlleva que se ejerza violencia física sobre ellos, están expuestos al contagio de enfermedades como el SIDA y a que cualquier adulto pueda abusar de ellos con total impunidad.


Conclusiones parciales

Como ya estamos viendo, la realidad de los niños y niñas de la calle permite pocas generalidades.

Sobre cada uno de nosotros podemos apreciar cuatro puntos de vista diferentes: cómo somos en realidad, cómo nos ven los demás, cómo creemos que nos ven los demás y cómo nos vemos a nosotros mismos. De igual modo observo, al menos de momento, cuatro posibles discrepancias en la realidad de los niños y niñas de la calle:


Lo que los niños y niñas necesitan de verdad.

Lo que los propios niños y niñas expresan que quieren y necesitan, a través de estudios y entrevistas con ellos por parte de organizaciones, como el que ha realizado Save The Children.

Lo que los que trabajan con ellos piensan que necesitan. Sobre este punto, si se lee el artículo de VOA news (en Facebook lo he traducido al castellano), se puede comprobar que entre las organizaciones que trabajan con ellos hay discrepancias también.

Lo que la sociedad en general, al conocer la problemática, cree que necesitan y está dispuesta a apoyar. 




Fuentes:

[1] Ortiz, Anna. “Geografías de la infancia: descubriendo “nuevas formas” de ver y de entender el mundo”. Universtitat Autónoma de Barcelona. Departament de Geografía. Email: anna.ortiz@uab.es. 2007

[2] Lena Schmidt, Anna. “Neglected and forgotten: the Human Rights of street children – Poverty reduction and development in Ethiopia – Master thesis by Anna Lena Schmidt. 14. July 2003.http://www.researchgate.net/researcher/2026887933_Anna_Lena_Schmidt/

[3] Tatek Abebe. ” Ethiopian Childhoods: a Case Study of the Lives of Orphans and Working Children”, 2008. http://www.ntnu.edu/employees/tatek.abebe




Fuente de información sacada del blog de  soniafq en febrero 24, 2013