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Niños, niñas, jóvenes sin hogar en Andalucía




Desde Simetrías hemos querido realizar una serie de artículos que facilitaran la comunicación en prensa de las diferentes entrevistas que hemos realizado tratando de elegirlas en base a los temas que nos han parecido más de fondo para ser trasladados a la opinión pública.



Los sin techo en Cataluña ha sido nuestro primer artículo visto desde la mirada del SINDIC de Cataluña. Ahora queremos viajar a Andalucía y saber cómo viven y cuál es la problemática de los jóvenes sin techo, hemos elegido ACCEM porque trabaja todo tipo de problemáticas con personas sin hogar y sobre todo porque ha puesto el foco en los asentamientos de inmigrantes en los invernaderos andaluces.

A mi llegada a la sede de ACCEM en el Barrio de la Macarena, en pleno casco antiguo de Sevilla comprobamos que es un barrio con alto índice de inmigración latina y marroquí mezclados entre sevillanos y turistas, gente con un nivel económico medio, o medio bajo, dependiendo de cómo le habrá impactado la crisis en su trabajo.

La mirada a esta problemática la conseguimos de la mano de Fernando, adjunto responsable de ACCEM Andalucía, Murcia, Ceuta, Melilla encargado de la gestión de personal y programas sabe perfectamente desde que óptica queremos reflejar la realidad que está ocurriendo en España para que fruto de este análisis fuéramos capaces de orientar las políticas públicas necesarias que hagan posible su solución.

Trata de reconducir nuestra entrevista para que detengamos nuestra mirada en la prostitución y trata masculina y femenina en algunas de las ciudades donde desarrollan estos programas es el caso de Málaga donde trabajan con jóvenes que han salido en su mayoría de centros de menores o han llegado a partir de los 18 a España. Son los mediadores quienes profesionalmente trabajan con estos jóvenes con el fin de que adquieran confianza y puedan, ir transmitiendo información básica, de salud, de medios de protección médica y luego, abrirles diferentes caminos, que puedan ver otras posibilidades otras formas de trabajo, encaminando su vida de otra manera.

Las dificultades de estos jóvenes tienen que ver con la situación legal, la situación económica y el día a día de como realmente sobreviven y de cómo son capaces de conseguir el dinero necesario para poder tener una forma de mantenerse. Además, esto va añadido, en muchos de los casos, a temas de adiciones, los mediadores intentan trabajar y dirigir a centros especializados para tratar esta problemática. Trabajan desde orientarlos a recursos de formación, inserción laboral, asesoramiento legal para adquirir su documentación que les facilite la inserción laboral, A partir de este trabajo, pueden acceder estos jóvenes a plazas de acogida para apoyar este trabajo durante 3 a 6 meses y valorable

Andalucía dicen que es la puesta de entrada de la inmigración hacia Europa, nos parecía
interesante hacer este recorrido con ACCEM porque disponen de programas para dar respuesta a cada una de las necesidades con las que se encuentran los niños o jóvenes inmigrantes que llegan a España desde Ceuta, Melilla, o por Algeciras.

Los menores que llegan a Andalucía, fundamentalmente son chavales de Marruecos y también de países subsaharianos: mauritanos, muchos senegaleses… 

Llegan chicos que han cruzado el estrecho solos. Estos chicos están desprotegidos, tienen claro en su cabeza su proceso migratorio no saben a partir de ahora cómo hacerlo; es muy difícil hasta que ellos lo interiorizan su proceso migratorio, por eso es importante conocer qué se hace desde las organizaciones privadas y administración autonómica cuando llegan a los centros de menores.

Para Fernando lo más importante de los técnicos de organizaciones que trabajan con estos jóvenes es el proceso de acompañamiento, desde el primer momento cuando ellos ponen los pies en la tierra y se dan cuenta de cuál es la realidad, las dificultades a nivel laboral, las dificultades a nivel de documentación, etc., etc., esa percepción la van captando según están aquí viéndolo y se les va transmitiendo. ”Pero hasta que ellos se recolocan aquí, pasa un tiempo"

Nos habla de cómo llegan al centro primera acogida y se deriva al joven una vez se abre expediente de protección por la Junta de Andalucía para que resida en un centro de menores. Probablemente hasta su mayoría de edad en estos centros comparten espacio subsaharianos, Marruecos, y españoles. 

 Con la Junta de Andalucía tienen una buena coordinación porque son los que tienen la tutela de los niños y la información de los chicos es constante codo con codo y cualquier problemática, tienen un acceso directo rápido a los responsables.

Trabajan en principio para que los jóvenes se queden en España o en la ciudad si el chico quiere; el problema le surge cuando a los 18 años con la mayoría legal la Junta de Andalucía deja de responsabilizarse de su tutela y el menor si no tiene trabajo, familia, amigos de referencia se encuentra en la calle. Quizás durante unos meses pueda pasar a una vivienda tutelada para tratar de arreglar su documentación y buscar trabajo pero con las circunstancias actuales de desempleo la situación es tan difícil que muchos de ellos se terminan en la calle porque en muchos casos no hay plazas para todos en estas viviendas o pisos tutelados.

En estos pisos de 5 o 6 plazas, algunos son mayores de 10 o 12 plazas es donde los inmigrantes no documentados residen junto con solicitantes de asilo o refugiados. Pero la forma de trabajar es parecida trabajan para introducirles en la sociedad.

Fernando es optimista cuando nos afirma que hay muchísima gente sale con su medio de vida hecha. Con todas las dificultades que tenemos a nivel legal, con todas la dificultades que tenemos a nivel trabajo (que ahora llevamos unos años que está siendo algo mas difícil, bastante más difícil, por la situación de crisis que vivimos) pero aun así, como que, el voto de confianza es la gente. Realmente vienen a trabajar, a vivir como cualquier otra persona de aquí, del país. Esa es la realidad

A esta altura de nuestra conversación sobre el recorrido que hacen muchos jóvenes por las instituciones de protección en Andalucía nos interesaba poner la mirada en una realidad a la que llegan, jóvenes que deciden escaparse de esos centros de menores, porque lo que realmente quieren es trabajar, para poder enviar dinero a su familia.

Muchos de estos jóvenes intentan trabajar en los invernaderos del Ejido o Huelva entre otros muchos, donde se ubican asentamientos de 80 a 150 personas subsaharianos que responden al efecto llamada, quieren trabajar pero no tienen ni permiso de trabajo, ni documentación etc., se juntan viviendo en los mismos pinares que hay alrededor de las tierras entre plásticos y cartones construyen sus alojamientos para dormir o protegerse del frio o la lluvia. Nos confirma “que hay en Andalucía diferentes asentamientos de personas viviendo en chabolas, en una realidad dura. En general serán más, no te lo puedo decir ahora mismo, pueden ser a lo mejor en algunos momentos 400 o 500 personas”

En estos asentamientos se organizan entre ellos, se apoyan, viven en economía sumergida, gente que pueda tener documentación pero que no tiene todavía trabajo, cuando le contratan van ahorrando para salir de ahí, pero esos son los menos.

Se trabaja con los inmigrantes que viven en los asentamientos con voluntarios y profesionales de la organización lo que son necesidades básicas. Nos describe Fernando las condiciones donde trabajan y nos llama la atención como nos confirma que no entran en los asentamientos sino que prestan el servicio desde los entornos en una gran nave con una oficina, están las duchas, ropa, café para desayuno, una merienda, un sitio donde estar y poder ver la tele, las noticias, un sitio donde dar clases de español, un sitio donde dar clases de informática. Necesidades muy básicas, pero fundamentalmente un sitio donde puedan pasar el día y llegar hablar, descansar, tomar unas galletas, ducharse.

La nave se abre por la mañana y tarde, salen y entran, pero les da la posibilidad de estar calientes en invierno un rato, después de desayunar, se hace el reparto de alimentos, de ropa. Cubren este servicio porque alguien lo debe hacer pero reconoce que “Son condiciones muy duras viven entre plásticos con el peligro que eso conlleva”.

A pesar de entender que estos asentamientos son de temporeros y de transito se nos reconoce que hay gente que pasa un tiempo a “lo mejor pasan años o un año o un año y pico, o dos años” la gente se suele mover, pero hay gente que esta mas anquilosada por circunstancias concretas.

Hay momentos en los que hay menos gente en los campamentos, porque son gente que ruedan. Pero esa situación existe y cuando es la campaña de la fresa, sube mucho.

Cuando le interrogamos por las condiciones infrahumanas de estos campamentos para saber si han intentado dar solución con un alojamiento más digno, con tono sereno nos advierte queriendo compartir la búsqueda de soluciones, que “el problema no es fácil. Si pudiera decir no, diría que estos asentamientos no son permisibles, pero por otro lado, ¿qué haces con estas personas, como no les atiendes. Es una dicotomía complicada. Teóricamente es fácil decir que no existan, pero qué haces con esas personas, es complicado”.

Además de estos servicios, dan orientación sobre su documentación, programas de ayuda económica, de retorno, programas que llevan a nivel nacional están ahí para ofrecer y poder canalizar a la gente que pueda utilizarlos.

Nos asegura que estos jóvenes tienen apoyo por unos días en una casa de acogida de 12 plazas para gente de estos campamentos, son tiempos que tienen las personas para recuperarse, mejorarse, durante tres a seis meses, pero se pueden llegar a quedar algo más si se valora. Cuando salen de esta casa no suelen quedarse en los campamentos en la mayoría de los casos; hay veces que si, otras veces, ya van con algún familiar, algún contacto que tienen. Porque también se facilita el contacto con gente de sus nacionalidades, que tienen la historia más fácil, comprobando que se les pueden ayudar, si hay algún sitio donde lo puedan alojarse.

La mayoría es gente que llega a un asentamiento sabe que es un itinerario de trabajo de temporero de camino hacia Europa, lo tienen muy claro desde que llegan, no se paran en estos campamentos; van subiendo para arriba realmente; por otro lado, hay gente que está aquí y conoce el circuito de temporeros ahora la naranja, la pera, la fresa, etc.

En otros casos están contratados en origen disponiendo de casas que ponen los mismos empresarios de Huelva, hay empresarios que solamente tienen sus trabajadores, tienen sus casas, tienen sus recursos, sus cocinas preparadas para gente que está trabajando para ellos.

Pero hay gente en el asentamiento que no está contratada en origen, en estos casos un convenio con los empresarios, hace posible que ellos, aunque no tienen ninguna obligación de contratar a la gente que les mandan desde ACCEM, como conocen el trabajo de la organización en 2013 se contrataran de 30 o 35 personas.

Desde una primera acogida, se da información para el retorno, ayudas económicas, alimentación, facilitar que localicen a algún familiar, trabajo a nivel de formación, de intermediación, sensibilización con los empresarios, con los ayuntamientos, con todos los agentes, tanto con policía (que se está trabajando mucho con policía y con la guardia civil que trabajan en estos ámbitos de los pueblos) “Estamos totalmente en conexión, son gente muy sensibilizada que trabaja muy codo con codo con nosotros cuando vemos una situación, comunicar y decir: “ oye nos ha llegado estas personas con esta problemática, qué podríamos hacer, cómo podemos mediar, cómo lo podemos solucionar. Eso es un trabajo de mucho tiempo y de mucho bagaje.”

Nos da un consejo al final si se quiere resolver el problema de los subsaharianos, que se solucione el problema de su documentación porque según él, la gente sale para adelante, “es verdad que ahora estamos en una situación complicada, tanto para los autóctonos como los inmigrantes, estos tienen diferentes costumbres culturales, lógicamente tienen de alguna manera que organizarse para poder vivir en la comunidad que les acoge, con unas costumbres diferentes. Pero lo consiguen, la gente aprende, como cuando nosotros aprendemos cuando vamos a otros países. Yo no creo que eso sea un muro para nada” en el fondo de sus reflexiones hay optimismo y confianza en las personas por las que trabaja.

          Ángeles Diaz Vieco
Presidenta Fundación Simetrías Internacional




Los siete pecados capitales de Pan Bendito


Una semana en uno de los barrios más desfavorecidos de Madrid, donde conviven la mayor tasa de paro, la droga, los conflictos vecinales y el abandono de sus calles



Por fin ha dejado de llover. Catalina, matriarca del barrio de Pan Bendito (Carabanchel) y en permanente luto, tiende su colada en las cuerdas que ha instalado en la calle. Es la mañana de un día cualquiera de esta misma semana. Termina, clava un taburete en el barrizal que hay frente a su casa, un bloque de pisos lleno de basura, socavones y grietas y, mientras ve la vida del barrio pasar, pide que alguien venga a arreglarla. A su alrededor, niños y mayores se reúnen cerca de un parque desnudo para pasar la mañana apoyados en sus coches. Parece que nadie tiene nada que hacer.

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Pan Bendito, con 7.530 habitantes, está en paro. La mitad de sus vecinos abandonó los estudios antes de cumplir los 13 años y los problemas de convivencia entre payos, gitanos e inmigrantes llevan a muchos al silencio para ahorrarse el miedo. A sólo seis kilómetros de la Puerta del Sol, en este barrio, la distancia con la capital no se mide sólo con unas cuantas paradas de metro.


FALTA DE FORMACIÓN El barrio que abandonó el pupitre

Es la una del mediodía, brilla un sol espléndido y la calle de Besolla, a la que han tenido que poner badenes para acabar con las carreras de coches, está poblada de adolescentes que matan las horas comiendo pipas. Ante un altavoz, encajado en el maletero del Mini de un chico de 17 años, Óscar, otro adolescente que ya es padre y ni se acuerda de cuándo dejó el colegio, clama: "¿Dónde voy yo ahora con 16 años a sacarme el graduado escolar? Es perder el tiempo". Hay risas. De sus amigos ninguno estudia, alguno trabaja y todos dicen sobrevivir con sus "cositas". Las "cositas" son, a veces, los móviles que muestra orgulloso un joven que ha pasado 20 meses en un reformatorio. "Los compro con mis cinco deditos", dice mientras se parte de risa.

El absentismo escolar en Pan Bendito puede medirse en la calle, la escuela que han elegido los niños, porque es la que les enseña a comerciar, a conducir y a comportarse como adultos. "Si los padres no dan valor a la educación, es difícil que se lo transmitan a sus hijos", lamenta Julio Yagüe, el párroco del barrio. "Hay una familia que, después de tres años de seguimiento para que su hijo fuese al colegio, no se levanta de la cama para llevar al niño, que sigue en la calle", se lamenta.

Ayuntamiento y Comunidad -que no permite que en los colegios se hable con la prensa- se pasan la pelota a la hora de determinar el absentismo escolar. Vecinos, asociaciones del barrio y educadores calculan que supera el 30%. Lo que no cuenta la calle, aunque se intuye en su lenguaje, es que el 81,6% de los vecinos carece de educación secundaria. De ellos, el 51,4% abandonó el colegio antes de los 13 años. Sólo el 4,5% de la población tiene un grado superior.


DESEMPLEO La oficina en la calle

A partir del mediodía comienza la jornada laboral en Pan Bendito. La crisis ha dejado en paro a quienes aún conservaban un trabajo. La oficina se ha instalado ahora en los bancos del parque, donde se juega al balón con los niños, se venden las zapatillas de moda o la última adquisición en móviles de diseño, mercancía toda de origen desconocido.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) no segrega las cifras de desempleo por barrios de la capital. Los últimos recogidos por el Ayuntamiento, en diciembre de 2008, en un estudio específico para el barrio y antes de la crisis, cifraban la tasa de desempleo de Pan Bendito en el 17,61%. Si se tiene en cuenta que entre 2008 y el último trimestre de 2009, el paro nacional creció cinco puntos (del 13,91% al 18,8%), en la misma proporción el desempleo en este barrio estaría en la actualidad en el 21,61%. Tres puntos más que la media nacional.

"Si los chavales no tienen trabajo, no será porque no se lo buscan", defiende Lorenzo Amador. Pero por mucho que busquen, esos chicos tienen el currículum en blanco. Use, de 20 años, por ejemplo, asistió a un curso de jardinería en el centro de adultos del barrio, pero aún no ha encontrado la forma de sacarle partido y no piensa estudiar más. El Güeve tiene alguna experiencia como reponedor y aparcacoches, pero lo dejó porque "estar ahí, aparcando los coches de los payos mientras cenaban" no le gustaba nada.


DESIDIA Grietas, socavones y alcantarillas sin tapa

Precipitarse en una alcantarilla no es un absurdo en Pan Bendito. "Una vecina cayó el verano pasado en una y se ha pasado seis meses de baja", recuerda una maestra que prefiere no identificarse. Cuentan los corrillos que no es la única, porque en este barrio las tapas de alcantarilla, las papeleras, los clavos de hierro de los bancos, las maderas del campo de petanca o las placas solares que iluminaban el campo de fútbol se venden muy bien como chatarra. Lo que no depende de los residentes es el estado de sus aceras y calzadas, hechas de retales descosidos, llenas de calvas y adoquines desperdigados, la falta de papeleras, de fuentes, de zonas infantiles... Tampoco fueron ellos los que construyeron un parque que se inunda en cuanto caen cuatro gotas, ni la cancha de fútbol que tiene un árbol enorme dentro del campo de juego. El Ayuntamiento dice que valoró el año pasado el estado de las calles y que prevé reparar los desperfectos este verano. Los vecinos arquean la ceja.

Las casas también necesitan que alguien las cuide. Las grietas atraviesan las paredes de demasiadas viviendas y las aceras se han abierto dando paso a las humedades. El IVIMA, promotor de la mayoría de los bloques ha vendido más del 80% de las viviendas, lo que le exime de su mantenimiento. Afirma, además, no haber recibido ninguna denuncia de los desperfectos. Una inspección municipal, realizada en octubre de 2009, confirma las quejas de los vecinos. Según un portavoz de Urbanismo, "se encontraron en varios edificios de la zona importantes daños en la red de saneamiento, grietas en fachadas y viviendas, mal estado de las bajantes y de las aceras". Los afectados creen que esas grietas coinciden con la ampliación de la línea 11 del metro, que comenzó a pasarles por debajo para comunicarles con el centro de la ciudad en 1998. La Consejería de Transportes afirma que al no haber recibido ninguna denuncia, nunca se ha estudiado si esa es la causa de que crujan los cimientos.


SOBERBIA La ley del más fuerte

"Si este señor que va con su perro le dice un día a un periodista que aquí hacemos lumbre y da su nombre, al día siguiente se le dirá que vamos a tirar a su perro a esa lumbre de la que habla". Es la explicación de un gitano que ilustra por qué algunos, en Pan Bendito, prefieren callar.

Este vecindario cuenta con un 19% de inmigrantes y un 30% de gitanos, aproximadamente. La vida local del barrio, la que se ve en la calle, está animada por los vecinos gitanos, que palmean los hits flamencos que escupe la radio de sus coches, abiertos de par en par. Vestidos de chándal y oro, aseguran que no tienen ningún problema con nadie y que payos, gitanos y "payoponies", como llaman a los latinoamericanos, se llevan estupendamente.

Otros vecinos, a los que no se les ve en la calle, cuentan que el barrio funciona bajo la "ley del más fuerte", que el miedo les lleva al silencio y que de todas las realidades que hay, "siempre hay una que es la que más grita", "la que da la mala imagen del vecindario". Jonathan, payo de 15 años y de abuela gitana resume: "Para vivir bien en este barrio, te tiene que gustar mucho, porque aquí hay que tener cuidado hasta con cómo miras. Siempre hay líos". "El miedo de los vecinos se justifica porque vivimos fuera del sistema", explica Nica, gitano y presidente de la Asociación de Vecinos Guernica de Pan Bendito.

Los altercados llegan a las comunidades de vecinos que ven como las grietas, humedades y cristales rotos no tienen fácil arreglo porque muchos no pagan. Los carteles con la amenaza de corte de suministro por impago al Canal de Isabel II ocupan varios portales. Las deudas ascienden a miles de euros y la gente ya sabe lo que es quedarse sin ascensor o pagar la deuda de otros de su propio bolsillo. "No denunciamos a nuestros vecinos por miedo a represalias", coinciden varios afectados. "Es que no entra dentro de nuestra ética pagar la comunidad", explica un vecino gitano que pide anonimato para evitarse más conflictos con el tema. "Si nos cortan la luz, la volvemos a enganchar y la fuerza que tenemos es que no nos van a tirar de aquí por muchos problemas que haya. ¿Dónde nos iban a realojar?". "A estos vecinos se les trasladó de sus casas a pisos, pero no se les enseñó que aquí hay que pagar la luz, el agua, la comunidad...", indica el sacerdote Yagüe, que lleva más de dos décadas trabajando en el barrio.



INFRAVIVIENDA De la chabola a la comunidad

"Nos sacaron de las casas, nos metieron en los pisos y se volvieron locos con los servicios sociales. Pero nadie ha trabajado con la necesidad. 'Es que no se puede con ellos", dicen de nosotros. El primer día no se puede, pero "¡quédate ahí, hombre, que se podrá!", dice Nica en su peculiar lenguaje, enfadado porque piensa que las asociaciones que trabajan en el barrio "sólo se zampan el dinero" y llevan años sin conseguir resolver sus problemas.

Pan Bendito, que debe su nombre a los extensos campos de trigo que ocupaban sus tierras, fue el destino final de las colonias de casas bajas e infraviviendas de Vista Alegre y la UVA de Pan Bendito. Un realojo promovido en 1980 por el Instituto Nacional de la Vivienda que, según los vecinos que ahora echan la vista atrás, se hizo sin ninguna consideración social. "Según iban desmantelando barrios los traían aquí: Orcasitas, la UVA de Fuencarral... Ahí empezaron ya los problemas", explica un obrero en paro que ha vivido la transformación y que, como muchos, prefiere que no se dé su nombre. "Se necesitaba un lugar donde meter a los residentes de los barrios más marginales y los trajeron aquí porque al no haber movimiento social, nadie iba a protestar", recuerda el sacerdote Yagüe.

Ayudas que persiguen la cohesión social y asociaciones que trabajen en el barrio no faltan. El año pasado el Ayuntamiento puso en marcha un Plan de Barrio en el que invertirá más de un millón de euros en cursos y programas de integración social, pero sus vecinos, "los que tiran huevos a las señoras y se dedican al ocio gamberrista", no conocen el plan ni en qué les va a ayudar. "Aquí se han tomado decisiones de despacho. Da igual el dinero que se invierta si no se escuchan las necesidades de la gente", opina el párroco. "De todos estos cursos se beneficia mucha gente que no es del barrio, se apuntan los que ya están integrados, los que les son fáciles a los trabajadores sociales", critica Nica, que ha formado nueve equipos de fútbol de jóvenes y adultos en los dos últimos años. "¿De verdad hace falta que venga yo a hacer esto? ¿No podría haberlo pensado nadie antes?".


AVARICIA De mayor quiero ser camello

"Aquí todos quieren ser camellos", se asegura en un corrillo. "El camello es el que tiene el mejor coche, la mejor chica y la mejor vida, el que vuelve de fiesta cuando los demás van a trabajar. Ahí es donde ven los niños su futuro", asegura el párroco. Las quejas de muchos vecinos señalan la intimidad de los patios comunitarios como el sitio ideal para los trapicheos. Por miedo o lealtad, nadie habla directamente de venta de drogas, y sólo se comenta el "sube y baja" constante de clientes y se señalan los coches de alta gama que cantan como un ruiseñor entre gorriones. Desde la Jefatura Superior de Policía se advierte de que si los vecinos no denuncian resulta mucho más difícil acabar con el tráfico de drogas, uno de los principales objetivos de los agentes. Pero en este tema, aunque sea con un porro en la mano, con un familiar muerto o enganchado o mientras atraviesa el parque un tío colocado, también reina el silencio.


LA NOCHE ETERNA Vandalismo a oscuras

Pan Bendito amanece el fin de semana con marcas de hogueras, cristales rotos y contenedores llenos de parachoques, que incitan a uno a sospechar su origen. Cuando cae la noche, comienza otra vida social, la que quita el sueño a los vecinos.

"Los inviernos son más tranquilos porque hace frío, pero cuando llega el calor...", explica una señora que asegura que un atardecer del verano pasado unos niños la apedrearon mientras estaba sentada en un banco. Las carreras con coches robados, conducidos muchas veces por menores, son parte de la leyenda del barrio. Todos hablan de ellas. Unos badenes instalados hace un par de años en la calle de Besolla ya han calmado los aceleradores de los chavales. Pero los vecinos apuntan que lo que ha hecho ha sido trasladarlas a la cercana Vía Lusitana, larguísima y con varios carriles. "Puede que gente de otros barrios y quizá alguno de éste venga y haga un acelerón en una curva, pero lo normal", justifica Nica. "De noche es mejor no salir a la calle", advierte una anciana. "Aunque Pan Bendito es una zona complicada, policialmente no es un barrio inseguro", tranquiliza la portavoz policial.

Los pecados no se perdonan sin penitencia y, sin un replanteamiento de los programas sociales que no llegan a los vecinos que ilustran este reportaje, la absolución parece lejos. Por primera vez Nica, el gitano, y Julio, el párroco payo, coinciden en esta idea, porque después de muchos años viendo la vida tropezar han llegado a la conclusión de que "es bien distinto invertir en un barrio que trabajar en él". Quizá la reconciliación podría estar a la vuelta de la esquina.