Respirando palabras y alguna luz.

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El Pozo del tío Raimundo y los caminos recorridos desde entonces (mirando desde mis pasos 2 parte)

 Autor :Raúl Castillo Trigo


20111015_1370 copiaEn la misma ciudad, Madrid, hace varios años, tuve la suerte de trabajar muy próximo a uno de los lugares emblemáticos en el trabajo comunitario en el estado. Desde Entrevías, muy cercano al mítico Pozo del tío Raimundo, pude acercarme tiempo después del crepitar de los movimientos que lo hicieron famoso, a aquellas casas y lo que queda de aquellas gentes que tanto dieron que hablar en la época del tardofranquismo.

Hoy, lo que antaño parecía un redibujo de anatomía rural en el cinturón de la urbe, dejaba notar muchos de los dolores (rejas, deterioro, desmovilización, exclusión) compartidos con tantos otros extremos de la metrópoli. Aún se podía respirar el sonido de una identidad compartida, y sin embargo, también palpitaba en sus calles el extravío y la lejanía de unos rumbos perdidos. Resuenan aún los ecos de muchas de estas rutas no navegadas, en medio de esta crisis que tanto está evidenciando las grietas de este edificio que entre todas hemos construido.

En uno de los últimos iconos que mantienen viva la memoria orgullosa de este barrio, el documental “Flores de Luna” de Juan Vicente Córdoba, me llamó la atención el relato de varios de los vecinos que sugerían la progresiva “conversión” de la gran figura de aquel movimiento, el padre Llanos. Hablaban con mucho tino de las reservas ante este “benefactor”, de cómo se gano su confianza, y del orgullo de haberle hecho claudicar en su intención de hacer de aquel barrio un lugar para el proselitismo. Interpretando aquellas palabras se podía intuir el honor de haber habitado aquel espacio común de relación. Aquellas personas se sabían parte de una trasformación que iba más allá de la necesidad, de sus necesidades y de su barrio, y que en el fondo llegaba al espacio íntimo, en el que el propio adalid de aquella pequeña revolución, veía también trasformados sus códigos más profundos. En su 85º cumpleaños, la asociación de vecinos de Vallecas le entregó una placa grabada: “José María de Llanos vino a El Pozo camino de Dios, tropezó con el hombre y de su mano llegará a Él”.

El proceso vivido en “el Pozo” fue uno de los movimientos emblemáticos de la intervención social en España. Fue un movimiento muy peculiar, más marcado por el activismo (político – religioso) que por el desarrollo de una profesionalización emergente dentro de la intervención social. Sin embargo son aquellos lodos parte del adobe con el que hemos construido nuestra identidad. Experiencias como aquella de alguna u otra manera son recuerdos de lo que fue, hace no tanto tiempo el origen de los caminos por los que habitamos hoy día. Con todo, parece que hace siglos de aquello.

Parece también, que las historias de muchas de nosotras, (y mas concretamente de muchas de las personas que nos precedieron) se han desdibujado en un pasado de libro enmohecido. Aquellas batallas en las que como trabajadores hemos desarrollado nuestra labor desde una tendencia a la horizontalidad, en el marco de comunidades a las que llegábamos con un objetivo concreto, pero con una visión amplia y una búsqueda de reconocimiento de la otredad; son hoy difíciles de reconocer en estas intervenciones a las que llegamos mas con límites y encomiendas cerradas, que con posibilidades de ser junto a otros.

En una de las sesiones de formación que suelo impartir, preguntaba a un equipo de trabajadoras sociales sobre las posibilidades de fomentar, desde su lugar, esta perspectiva relacional que, mayoritariamente, compartíamos. La respuesta fue sencilla: ninguna.

  •  Entonces, ¿qué ha ocurrido con aquellas experiencias? ¿Qué nos ha pasado para alejarnos tanto de unos rumbos que saboreábamos tan llenos de esperanza?

Para esta explicación, entre otras muchas fuentes, comenzaremos con las palabras de Marchioni que de una manera esquemática resume una deriva, por otro lado demasiado densa como para darle una extensa cabida en este escrito.

“no cabe duda que la llegada y el desarrollo del sistema democrático llevaron a la conquista de los servicios sociales como derecho de la ciudadanía sustrayéndolos al peligro del asistencialismo y del paternalismo. Pero esta conquista fue a lo largo de los años reduciéndose -y con ello perdiendo de hecho la perspectiva comunitaria- por varias y diferentes causas:

  • La mirada a corto plazo de las clases políticas que vieron –en general y con escasas excepciones- en las prestaciones sociales una respuesta a las demandas inmediatas.
  • El aumento constante de las demandas sociales, muchas de ellas de nuevo tipo, sin un paralelo aumento de los recursos humanos.

  • La creciente aparición de programas cada vez más específicos dependientes de diferentes administraciones o de otras entidades sin alguna posibilidad de coordinación horizontal en el territorio.”[1]

Ampliando esta visión, Joaquín García Roca en uno de sus múltiples textos (“Memorias silenciadas en la construcción de los servicios sociales”), relata también esta deriva. Se centra en los caminos que no se recorrieron en la construcción de los servicios sociales, en los retos y andares que fueron posibles y se desecharon, entre tanto galopar hacia una efectividad entendida en términos de gestión. Al centrarse en las causas que nos han llevado hasta esta situación, plantea los cinco pilares fundamentales sobre los que a su parecer se ha erigido esta construcción.

  • En primer lugar el principio neoliberal y la exaltación de la gestión.
  • En un segundo punto la pérdida del movimiento social.
  • Un tercer apartado lo centra en el profesionalismo diferenciándolo de la profesionalización y en la expropiación de los de saberes de los ciudadanos por parte de los nuevos profesionales.
  • En cuarto lugar plantea la cada vez mayor centralidad de las emergencias en lo social y la retórica humanitaria que con su cortoplacismo retrae empeños de mayor calado y profundidad.
  • Finalmente concluye con la colonización económica de los servicios sociales y la medularidad cada vez más incontestable de la prestación frente a cualquier otro identificador del los servicios sociales.

Estas dos visiones, a nuestro parecer muy atinadas, sobre lo que nos ha llevado a caminar lejos de horizontes que presumíamos tan deseables, condesan muy claramente algunos de los aspectos más importantes para analizar esta situación.

En este mismo sentido, y quizá enfocando más el análisis en la dirección del escrito, queremos subrayar tres aspectos (que describiré en los siguientes textos) que nos resultan centrales a la hora de visibilizar este alejamiento del nodo relacional en la acción social. Mostramos estos apuntes no solo en cuanto desvíos, sino como elementos que nos pueden ayudar a retomar los retos de un nuevo tiempo en el que poder recuperar el vínculo perdido.


[1] Marco Marchioni, “La necesidad de redescubrir el trabajo social comunitario” Febrero 2006. http://www.grupoidex.es/webs/asociacionismo/descargas/El_Trabajo_Social_Comunitario.pdf

http://rulcasti.wordpress.com/2013/12/04/el-pozo-del-tio-raimundo-y-los-caminos-recorridos-desde-entonces-mirando-desde-mis-pasos-2-parte/

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